Con permiso del ponente que, con lo que vino a continuación nos hizo inmiscuirnos en un pozo sin fondo al respecto, yo diría “nombres locales u oriundos de las setas en la lengua”; para simplificar, ya que metidos en harina, tendríamos que habernos ido a cada una de nuestras lenguas co-oficiales del país y no digamos del resto de Europa o del resto del globo.
¡Otro último martes de mes!. En toda la historia de la humanidad, sobre todo desde que con Julio César Augusto, se instauró en el año 8 d.C el calendario romano de 12 meses, dando su nombre a julio para la posteridad pues anteriormente había lío también con esto de los meses, siempre tuvo que haber un último martes pero nunca se le había dado la importancia que ahora cobra con lo de la micología, gracias al artífice del tema, la Asociación Micológica San Jorge. ¿Desde cuando se habla del “secreto de ibérico”? que todos conocéis o del que al menos sabéis que existe, pues simplemente desde que a algún cocinero de pro se centró en esta materia cárnica que ya existía desde que existen los suinos pero que en la que nadie había reparado, al menos con esta modernidad culinaria que ahora nos inculcan por doquier. Mira tú por donde, nosotros podemos jactarnos de haber alumbrado algo nuevo que hemos patentado con el nombre de “últimos martes micológicos” que en este caso se ha convertido en el “segundo último martes” aunque parezca una incongruencia lingüística.
Por cierto, cuando escribía el vocablo “suinos” el sabio “Word” me lo subrayó de rojo echándome en cara que a tanto no llegaba y que no reconocía tal epíteto. Entonces, al darle al botón derecho del ratón, me daba varias alternativas: “suizos, zuñíos, sueños, zainos…” No me cuadraba ninguna y por eso toqué otra vez el botón derecho del ratón y pulsé: “añadir al diccionario” y lo solucioné. ¡Qué cara tiene la informática, cómo aprende del pobre usuario” y, si a mano viene, pretende cobrarlo en más de una ocasión.
Al hilo del asunto, en una ocasión, al hablar de la porción de masa que se deja para una próxima hornada de pan, dije a mis compañeros de trabajo que aquello en mi tierra, norte de la provincia de Zamora (límite con León, por cierto, por si alguno piensa en algo raro), se le denominaba “recentadura” y, claro, el cachondeo fue manifiesto. Me replicaron con que aquí se llamaba “hurmiento (fermento, levadura), formiento tal vez en la variante antigua probablemente, ya que la “f” se transformó en “h” como en harina de farina, hito de fito, etc. El hecho es que en los diccionarios impresos a mi alcance en aquel momento, no aparecía por ningún lado el vocablo “hurmiento” (más tarde lo encontré en el Diccionario de la Real Academia) pero entonces sí lo vi en el Pequeño Larousse en Color que yo tenía, donde rezaba: “levadura que se guarda para hacer fermentar otra masa”. Era un recurso o apaño a falta de la levadura comercial, tal vez no tan asequible por entonces.
Esto indica sencillamente que en cada país, provincia, comarca, pueblo…podemos encontrar nombres distintos a los que oficial o localmente conocemos, que tienen su explicación, razón de ser y por tanto, merecen respeto.
Algo así nos ha sucedido con la amena charla de nuestro dilecto Presidente. Nos hacía hacer boca con una ristra de apelativos y luego, tras las adivinaciones y elucubraciones de cada mente presente, nos daba por fin el caramelo real del que se trataba. De algunas setas mencionó hasta 125 sustantivos diferentes. Si los hubiera plasmado todos, nos habría llevado a un nuevo Babel y, aunque nos hubiera hecho gozar de tal maremágnum, para Babeles ya tenemos suficientes hoy día. No hubiera tenido tiempo en su vida de hacer la misma exposición con los las innumerables especies de setas y sus, tal vez, infinitos nombres populares en nuestra España con una de las riquezas lingüísticas mayores del mundo, por no decir con las lenguas co-oficiales y no digamos del resto del mundo. ¿Por qué, por ejemplo, aquí, a la Fistulina hepatica, se llama vulgarmente “lengua o hígado de vaca”, entre otras cosas y en Alemania se la denomina “lengua de buey”. Ambos son óvidos pero bueno…?
Para concluir, el evento se amenizó con vino y chorizo caseros, aunque realmente estas materias primas, por circunstancias, aún desconocidas se cambiaron de fecha.
Clases gratuitas, convivencia y ágapes, ratos desenfadados…qué más queréis. ¡Nos vemos en el próximo!
Rafael Gallego Rodríguez