Breve crónica de una reforma anunciada.
No deseo emular a Gabriel García Márquez con el título pero en los prolegómenos del verano en nuestras tertulias informales se habló de que nuestro local social necesitaba una mano de pintura y efectivamente aparentemente todo quedó en la reiterada frase cien por cien de cuño nacional del “hay que...” hasta que, por fin, unos cuantos socios “echaos p'alante” sacrificando su tiempo libre, se arremangaron y pusieron con cierto amor propio manos a la obra y un poco hoy, otro poco mañana, la operación se ha llevado a buen término tras casi dos meses de labor.
Con más voluntad que medios (baste de ejemplo que hubo que reciclar el cubo y la fregona atándola con un alambre para poder aprovecharla) se fueron completando las distintas fases de la operación: desplazamiento de mobiliario y enseres con el doble fin de protegerlos y de que no estorbaran; limpieza previa de telarañas -omnipresentes dondequiera que haya algo estático- polvo y basura acumulados; eliminación de desconchones a base de espátula, detección y eliminación de grietas para dar las pertinentes manos de pintura, incluidas ventanas, contraventanas y sus barrotes, etc. y luego volver a colocar todo en su sitio.
La verdad es que el local ya dejó su años mozos bastante atrás y pedía un “aggiornamento” sin grandes pretensiones pero necesario. No sólo se centró en la aplicación de la brocha gorda sino que también se aprovecharon las losetas de cerámica para cubrir la repisa bajo las ventanas, con lo cual se mataron varios pájaros de un tiro: se enlució la citada repisa y a la vez se dejó libre el hueco bajo el fregadero eliminando así un posible nido de arácnidos o criaturas similares y haciendo espacio para una minibodega. Hubo también cerámica para recubrir la pared junto al susodicho fregadero y protegerla así del calor de la estufa y de las salpicaduras inherentes a la limpieza de útiles culinarios máxime cuando haya elementos lípidos de por medio.
Se han notado las buenas manos y el buen hacer en asuntos de bricolaje de uno de nuestros compañeros que, haciendo uso de sus propios medios, ha hecho estas pequeñas-grandes maravillas. Total, que lo único que se ha gastado ha sido en pintura y derivados del yeso.
Tras una limpieza general a fondo y con todo de nuevo en su sitio, esperamos que este olor a nuevo (“ça sent neuf” como alguien podría apostillar) dure mucho tiempo para disfrute de todos. Podemos decir que el local estaba sin tocar desde su ocupación y que fue “remodelado” en el verano de 2010. Así nuestros socios sucesores, dentro de 100 años, cuando ya estemos todos calvos, podrán también hacer cábalas con el aniversario de su arreglo, etc. efemérides que coincidiría con el 1.200 aniversario de la fundación del Reino de León.
Me viene a la memoria un hecho acontecido en los años 60 cuando yo era estudiante en un colegio de frailes, como tantos de nosotros en aquellos años. En quinto y sexto de bachiller, nos daba latín el bonachón de D. Silvano, a la sazón cura-párroco de un pueblo cercano al colegio. Con gran denuedo y esfuerzo, había logrado arreglar su destartalada iglesia, pidiendo aquí y allá ayuda económica y de materiales. El día de la reapertura, todo ilusionado, abrió sus puertas para mostrar a sus feligreses el resultado y cuando esto ocurría, sintiéndose él todo orgulloso y satisfecho de ello, alguien entre ellos profirió una frase lapidaria: “pa la mamarrachada que nos hizo...”
La opinión es libre y, esto planteado, cada cual puede aceptar, discrepar o abstenerse de emitir un juicio personal sobre lo se ha hecho aquí. La mejor voluntad no ha faltado.
(Diferentes fases de la restauración , el grupo de los "echaos p`alante" y el resultado final de su trabajo
Juraría que el agradecimiento de la Asociación Micológica será manifiesto.
archivosdemicologia)