Para mi…porque para otros la vencida llevaría otro ordinal. La salida estaba debidamente programada y organizada, aunque al final hubiera algún “despistado”. Primera salida oficial, de las previstas en esta temporada, que finalmente se llevó a cabo, pues hubo sus lógicas reticencias dados los prolegómenos de tan negativo resultado. Como digo, estaba hablado y había que cumplir. Alguno osó decir aquello de “si hay que ir se va, pero ir pa ná”, emulando a Mota. Me refiero al Mota de la tele, no a nuestro querido Motta que, cuando andábamos en estas lides marzuólicas, llegó a ofrecer premiar con el libro de Iberduero al primero que encontrara un marzuolus.
¡Hombres de poca fe! diría yo. Por si alguno no ha leído el evangelio de San Lucas (Lc. 5,1-11), le informo de que en este capítulo y versículo se narra algo que cito aquí entresacando un poco, cuando Pedro, hombre tosco y llano a la vez, dijo:
"Maestro, hemos estado toda la noche trabajando y no hemos cogido nada, pero por tu palabra, echaré las redes".
Estas palabras expresan claramente cómo al pobre Pedro, había fracasado aquella noche en la tentativa de la pesca pero al final el Señor le animó con su palabra y hete aquí que le hizo caso y sacaron tantos peces que “tuvieron que hacer señas a los de la otra barca para poder cogerlos todos”.
Hombres de poca fe fuimos nosotros, escépticos discípulos de San Jorge, pero alguien insistió en que había que cumplir la palabra y salir a probar fortuna, un día 13 nada menos, aunque no martes, y de esta guisa, a las 9.30, con puntualidad inusitada, partimos desde el punto convenido. El balance de ánimos no era precisamente halagüeño pero entre escépticos y animados, éstos más bien ignorando la realidad, formamos un pequeño ejército de unos 15 efectivos y allí nos presentamos en la cota prefijada para presentar batalla al marzuolus.
A mi me recordaba aquello de “las huestes de Don Rodrigo desmayaban y huían(1) cuando, en la octava batalla(2), sus enemigos(3) vencían”. Pero bueno…como maná caído del cielo, valga el símil por las granizadas que nos cayeron, o nieve en polvo por si hay algún puntilloso, por fin aparecieron algunos escasos y no muy buenos ejemplares. Volviendo a lo del evangelio, en aquel entonces tuvieron más suerte que nosotros porque cestas, lo que se dice cestas, con una nos sobró y, si habláramos de barcas, no te digo…
Para celebrar tan estrepitoso éxito, hicimos el ágape de rigor en un lugar de recreo cerca de Almanza. Hacía frío y todavía cayó otra granizada pero no pudimos usar el flamante refugio para dar cuenta de nuestras viandas y sus aderezos ya que estaba ocupado por otros expedicionarios, no sé de qué, pero que se lo debieron pasar pipa pues la cazuela que les vimos sacar era de respetables dimensiones, por lo cual es fácil inferir que algo importante en ella se guisó.
Pudimos invadir finalmente el susodicho refugio y allí pasamos un rato al calor de las últimas ascuas que allí había y mientras, este humilde e ingenuo cronista salió a dar un paseo, los que allí quedaron, aprovecharon para maquinar y fraguar contra él para que, tras un cuando menos poco ortodoxo referéndum, decidieron que el indefenso ausente fuera el que narrase lo que arriba queda plasmado.
“Errare humanum est, sed perseverare diabolicum”, escribió Séneca. Creo haber errado aceptando el resultado de tan “diabolicum” referéndum pero alguien tenía que ser el incauto. A ver quién es el próximo.
Las perspectivas no parecen malas. A ver qué pasa en las próximas exploraciones y…¡buen provecho! a los que hoy disfruten de la escasa pero sabrosa cosecha.
(1), (2), (3) Léase “hijos de San Jorge, búsqueda y marzuolus, respectivamente.
Rafael Gallego Rodríguez
León, 13 de marzo de 2010