La cosa se gestó el pasado viernes en nuestro local cuando, con “más moral que el alcoyano”, decidimos hacer una salida tentativa a Riocamba para buscar nuestro deseado pero esquivo marzuolus.
Acordamos llevar nuestras propias viandas y acompañamientos de rigor para disfrutar de ellos a mediodía y así aprovechar más la jornada. Hasta aquí todo normal. Sin embargo uno de los expedicionarios ya empezó a rizar el rizo con que si tendríamos pan y vasos para todos, que si parábamos a comprarlos o no, etc. etc. y como era el que llevaba el volante, dijo que “palante”, pues parece que ardía en deseos de poner el vehículo perdido de barro tal vez barruntando que los caminos iban a estar enfangados y casi impracticables.
El mismo del pan y los vasos dijo luego que, sin lugar a dudas, íbamos a encontrar el citado marzuolus. Parecía que quería emular al que también juró y perjuró que en algún lugar la antigua Mesopotamia había armas de destrucción masiva y que así mismo en otra de sus perlas o lindezas levantó un dedo en posición de tintes poco ortodoxos ante ciertos elementos discrepantes. Y como la historia se repite, eso mismo nos pasó; no hallamos tales armas o marzuolus. Es más, éste, desde su escondrijo en alguna parte, también nos levantó el dedo, como diciendo: ¡por aquí, volved otro día!
No lo encontramos ni aunque hubiésemos tenido la lupa de Sherlock Holmes pero recorrimos medio monte haciendo catas aquí y allá y lo único que sacamos en positivo fueron unos coriolus, unas tremellas, un polyporus, algún que otro aphyllophoral y poco más.
A mediodía, haciendo uso de una de las mesas que había en las desvencijadas construcciones del lugar, quitamos el frío con nuestras tortillas, empanadas, conservas, embutidos, miscelánea de vinos, etc. no faltando el postre y el café caliente acompañado de un buen orujo…gallego para más señas. Sólo faltó una botella de cava pero alguno había de conducir y eso impone su debido respeto, aunque al del dedo o el de las armas tácitamente arriba mencionado no le preocupe según declaró en su día.
Como había que reducir las calorías de tan pantagruélico ágape, recorrimos todavía unos kilómetros monte arriba en nueva exploración y tanteo del lugar pero huellas de setas ni una, sólo de algún cuadrúpedo y el esqueleto de un Velocipedus bicyclus, var. movilis o antigua motocicleta que había pasado a mejor vida.
Rafael Gallego
21 de febrero de 2010
Pie de foto.- Falta el elemento subversivo que mientras el resto comía, debería de estar haciendo la foto con una mano y una peineta con la otra.