sábado, 12 de diciembre de 2009

BOCADO DE REYES

Una tarde de febrero de 1877 partía de Madrid el Rey Alfonso XII y su numerosa comitiva con destino a Cartagena, en cuyo puerto iban a iniciar un viaje por mar de casi dos meses de duración, durante los cuales el monarca recorrería las costas de Valencia, Cataluña, Baleares y Andalucía. Por primera vez, a sus escasos veinte años, el Rey tomaría el mando de las operaciones bélicas simuladas que iban a desarrollarse en el Mediterráneo.
De la utilidad de aquel periplo –para el españolito de a pié- poco ó nada trascendió, salvo la merma de caudales que sufrió el erario público (ó real.....) tras sufragar los gastos de la expedición.

Se programaron escalas en numerosos puertos y visitas a ciudades, todo ello con los consabidos actos protocolarios que incluían ¡cómo no!, extraordinarios agasajos gastronómicos por parte de S.M. a las autoridades locales. Entre los miembros de la real comitiva viajaban los mas destacados cocineros de la Corte. Los ágapes ó comilonas se componían de, al menos, siete platos, pudiendo llegar a catorce en algunas ocasiones; abundaban especialmente las carnes: jabalí, vaca, pichones, perdices.... que se regaban con los mejores caldos franceses (...un Borbon fiel a su orígen...).
¡Cuantos excesos a cuenta de la ciudadanía! Aunque, aún en medio de un dispendio tan innecesario, justo es alabar el buen gusto culinario de la realeza de entonces -aquí quería yo llegar- cuando, al menos, en dos de estas celebraciones fastuosas, se sirvieron platos con setas. El 3 de marzo en Barcelona, los invitados tuvieron ocasión de degustar “riñones con setas” y el 4 de abril, cuando los expedicionarios visitaron Córdoba, fueron obsequiados con un suculento menú en el que destacó como plato estrella “pavo asado con trufas”.
¿.Y la plebe?.....Al menos no padecería tanto de “gota”.

Raquel Alvarez

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